Tengo un fuego interno. Si las cosas no avanzan, siento que me estoy apagando. Soy como una superficie giratoria que necesita un centro sólido y fijo con movimiento constante a su alrededor.  

He asumido muchos riesgos en mi vida, y hoy es algo que realmente motivo a hacer. A los 17, dejé mi pequeña ciudad natal de Monte Buey, Argentina para estudiar en Rosario. Tras completar mis estudios, me mudé a Buenos Aires con nada más que una maleta y un colchón inflable. Cuando pisé aquella gran ciudad, al ver las luces, los autos y la gente, algo me impactó profundamente. Pensé: “Quiero estar aquí y generar un impacto”. Estudié negocios porque creo en el valor que las empresas pueden crear para para las personas y la sociedad.  

Me mudé de un departamento a otro. A los 23 no conocía a nadie. Entonces, me inscribí a un programa de posgrado en Gestión Estratégica de Recursos Humanos en la Universidad de San Andrés. Allí formé un grupo de amigos excepcionales. Estos estudios me abrieron los ojos. Desde entonces, siempre he buscado conectar la lógica empresarial con el impacto que un individuo puede generar con cada decisión.  

Hoy, soy el Director Global de Talento para una gran empresa alemana. Recientemente me mudé a Alemania con mi esposa y mis dos hijos. No es fácil aprender e integrar nuevas normas sociales, pero estamos esforzándonos mucho a pesar de la barrera del idioma.  

Desde joven, he disfrutado asumir roles de liderazgo y encargarme de proyectos. Mi inspiración proviene de mi padre, quien es creativo y ama conectar a las personas para crear valor. Mi madre me inspira con su pragmatismo y su habilidad para ir hacia adelante. Cuando algo resuena conmigo, siento el compromiso de impulsarlo. Crear un producto o servicio hecho por la gente para la gente, tiene mucho sentido para mí. Creo que debemos aprovechar al máximo lo que tenemos para generar el mayor impacto posible. Todos los días pienso en cómo maximizar los recursos disponibles. 

Por ejemplo, dentro de mi empresa actual, establecimos el Employee Resource Group (ERG). Este grupo permite a los empleados perseguir sus metas personales, intercambiar ideas con compañeros y alinear sus objetivos individuales con los de la empresa. Conectamos el ERG con Making More Health a través de Ashoka para generar un impacto real fuera del entorno empresarial. Encontramos valores compartidos entre ambos grupos, lo que facilitó el diálogo y el crecimiento más allá de los límites de la empresa.  

Para crear este movimiento, necesitábamos un valor que atrajera a las personas y generara un compromiso. Ese valor es cambiar vidas a lo largo de múltiples generaciones. 

Desde una perspectiva de recursos humanos, no es sólo ofrecer días libres o programas voluntarios de capacitación. Se trata de crear un espacio para algo más grande. El diálogo con Ashoka ayudó a conectar el ERG con el impacto social, integrándolo en nuestro programa de desarrollo de talento. No limitamos estos grupos, sino que les permitimos definir su enfoque, ya sea innovación, impacto social o diversidad. 

El mensaje fue: “Todos ustedes están conectados por valores y un propósito común; actúen para defender sus objetivos y el objetivo principal de la compañía, que es mejorar vidas”. Esta estrategia nos ayuda a entender qué motiva a nuestros empleados y cómo podemos crear valor sostenible. 

Este método, que fomenta la individualidad y comparte historias de éxito, inspira a otros empleados a unirse. Las personas se sienten empoderadas y legitimadas para abordar temas que les importan. 

Sin embargo, tomó más tiempo del esperado. Reflexionar sobre los propios valores y lo que nos impulsa es un verdadero viaje de autodescubrimiento. Queríamos que las personas se comprometieran con una reflexión profunda. Por eso implementamos un programa de capacitación de cinco días para preparar a los empleados como voluntarios. 

Yo también participé en un programa acelerador con Ashoka, Globalizer, donde asesoré a un grupo de la Universidad de Chile. Incluso con un programa estructurado y voluntarios motivados, encontrar áreas de intervención no fue fácil. Requiere persistencia y acciones alineadas para generar impacto. Los temas incluyeron la integración social de personas que viven con VIH/SIDA y de individuos LGBTQ+ en México, aspirando a expandirse por América Latina. Otro grupo trabajó en mejorar el acceso a redes sociales para personas autistas.  

He aprendido mucho de estas experiencias. Estar directamente involucrado en la acción es increíblemente instructivo. Me enfoqué en encontrar a los colaboradores y aliados adecuados para abrir las puertas correctas. Incluso con una organización de renombre, sigue siendo un gran desafío. A veces, solo necesitas a alguien que esté un paso más adelante. Ese fue el caso con Marina, Miranda, Carolina, María, Belén y Cecilia, quienes se entregaron completamente al proyecto. Una vez que empezaron a mostrar resultados, el número de seguidores creció de manera exponencial.  

Hoy, me veo como una agente de cambio. Con el tiempo, he aprendido a adoptar una perspectiva sistémica y a conectar diferentes temas para lograr objetivos. Es un proceso de aprendizaje diario, con altas y bajas.  

Mi motivación viene de adentro, de una necesidad de que las cosas avancen y progresen. A veces, debes soltar el control para que sucedan. Eso también forma parte de ser un agente de cambio.  

Mis padres han sido una fuente de inspiración positiva. Mi padre busca conectar a las personas, mientras que mi madre es disciplinada y sensata. Crecí con esta mezcla: tener visión e imaginación, pero también la disciplina para poner las cosas en marcha. Cualquiera puede tener una buena idea, pero implementarla requiere coraje y tenacidad. Está en mi ADN. He visto a personas hacer cosas extraordinarias desde cero.  

Animo a los jóvenes a asumir riesgos deliberados. ¡Atrévanse a sumergirse en lo desconocido descubran algo nuevo!