No te pido nada complicado: simplemente que bebas un vaso de delicioso zumo de fruta. Yo mismo cosecho las uvas, las embotello y las vendo. Pero no es por dinero: todos los beneficios se donan a una organización benéfica. 

En el trabajo es lo mismo; no pido nada difícil. Me encanta trabajar en equipo, conectar a las personas entre sí. Creo que todos, desde donde estén, pueden contribuir a crear un mundo mejor. 

Para mí, todo empezó hace algunos años. Trabajaba en un laboratorio farmacéutico familiar cerca de Fráncfort, Alemania. Gracias a ellos, tuve la oportunidad de viajar a Ghana para trabajar con emprendedores sociales en temas específicos, particularmente relacionados con la cadena de suministro, que es mi área de especialización. Así conocí a Peter Awin, Ashoka Fellow y fundador de la startup Cowtribe.

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Rápidamente entablamos una amistad. Peter es un emprendedor social, y la misión de Cowtribe es facilitar el acceso a atención veterinaria y medicamentos para todos los agricultores, incluso aquellos que viven en las zonas más remotas del país. Cowtribe necesitaba experiencia en temas relacionados con la cadena de suministro. Organizamos sesiones de capacitación y entrenamiento para sus empleados. Estuve cinco semanas allí. 

Recuerdo los viajes en ciclomotor con cargamentos de vacunas para repartir. El calor, el polvo. Las carreteras eran malas, llenas de baches y surcos.

Desde el año pasado, utilizamos drones para las entregas. Basta con presionar un botón y los medicamentos llegan a su destino. Ayudar a los demás a veces es más sencillo de lo que parece. 

Como parte de este proyecto, también fui a Kenia y Uganda, donde organicé talleres sobre temas específicos de la cadena de suministro. Siempre conté con el apoyo de mis equipos aquí en Alemania. De nuevo, no se trataba de pedir algo complicado. Creo que la clave está en presentar las cosas de forma "atractiva". Les hablo de las personas que conocí, de los paseos en ciclomotor y de los drones, y los llevo conmigo. Comprenden la esencia del proyecto.

No se trata de negocios, sino de empatía. Esa es mi prioridad como gestor: priorizar la apertura y la amabilidad. Hoy en día diría que trabajar con Peter y otros emprendedores sociales es lo más importante que hago en mi día a día. Estoy genuinamente apasionado por lo que hago. 

Mis equipos me devuelven ese entusiasmo. Siento que estos proyectos me han ayudado a crecer como gestor. Cuanto más evoluciono yo, más evolucionan también mis equipos. Me encanta crear conexiones, unir a las personas. No se trataba de decirles: "haz más trabajo social", sino de contarles una historia que los motive a querer formar parte de ello. Me di cuenta de que mucha gente está dispuesta a hacer el bien a su alrededor. Sólo necesitan ese empujón inicial.

Por eso intento aprovechar la emoción, algo que les toque el corazón. La emoción, etimológicamente, es lo que nos mueve, lo que desencadena el movimiento. Siempre me pregunto: "¿Qué de mi discurso y mis acciones conmoverá a esta persona?".

2015 fue también el año de la crisis migratoria. Fue impresionante ser testigo de estos grupos humanos que habían huido de sus países por medios misteriosos. El problema era real, cruelmente real, y para mí, la respuesta adecuada fue la empatía: hacer que esos hombres, mujeres y niños en movimiento entendieran que eran bienvenidos, ayudarlos a integrarse. 

MMH Ghana

Estas experiencias —las estancias en países lejanos, los refugiados, mi pequeño negocio de zumo de uva— me han transformado radicalmente.

Antes de todo esto, sentía que algo faltaba en mi vida. Entonces, gracias a una colaboración con Ashoka, comencé a tomar medidas para cambiar las cosas, desde mi nivel. Hoy soy mucho más feliz y abierto, tanto como persona como directivo. Estas experiencias me han aportado y siguen aportándome una riqueza inmensa; no dinero, pero sí todo lo demás. 

Cuando lo pienso, me doy cuenta de que esto viene de mucho antes. Mis padres siempre estuvieron involucrados en trabajo social. Vivíamos en Nicaragua, donde ayudaban a niños desfavorecidos a acceder a la educación. Yo les observaba y quise imitarlos. Nunca me dijeron "haz trabajo social" o "ayuda a los demás". Simplemente dieron el ejemplo, y yo quise hacer lo mismo. Hoy intento ofrecer el mismo modelo a mis hijos. Intento que me acompañen en esta gran aventura social. 

Siento que todo lo que hago, todo lo que implemento en mi vida diaria, puede ayudar a prepararme mejor para el futuro. Lo que también me gusta es no saber exactamente a dónde vamos. Es emocionante; estimula la imaginación. Por ejemplo, hace tres años nunca habría pensado que podríamos utilizar drones, ¡y hoy lo hacemos! 

Estoy orgulloso de lo que he logrado, y no dudo en compartirlo con quienes me rodean. No hay nada que explicar; solo actuar. Empieza por beber zumo de uva, y eso ya ayuda mucho. Hace feliz a la gente saber que forma parte de la aventura y que contribuye a un mundo mejor.